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La enfermedad renal surge con el fallo del funcionamiento normal de los riñones, perdiendo su capacidad de filtrar/limpiar de forma adecuada la sangre.
Como todos sabemos tenemos dos riñones situados en la espalda a ambos lados de la columna vertebral y del tamaño de “un puño. La sangre entra en los riñones a través de las arterias renales y se limpia al pasar por unos pequeños filtros llamados nefronas (cada riñón tiene un millón de nefronas). Posteriormente los productos de desecho y el exceso de líquido llegan a la vejiga a través de los uréteres y se eliminan a través de la orina. Mientras, la sangre limpia vuelve al organismo a través de las venas renales.
Pero este funcionamiento normal de los riñones puede fallar, acumulándose en el cuerpo sustancias no eliminadas en la orina. Esta situación puede descubrirse porque se sufran algunos síntomas (cambios en la micción, picores, hinchazón, fatiga, pérdida de apetito…) o porque se observen datos anormales en los análisis y exploraciones ya que, a veces, es difícil darse cuenta de que se tienen los riñones enfermos.
La insuficiencia renal crónica puede afectar a cualquier persona en cualquier momento y puede ser de dos tipos:
La insuficiencia renal tiene varias fases que se calculan en función de varios parámetros; la creatinina en sangre, la albuminuria, la perdida de proteínas por la orina y el filtrado glomerular de los riñones. En función del nivel de deterioro se considera que un paciente puede estar en una de las 5 fases o estadios de la enfermedad renal.
Cuando la función de los riñones llega a disminuir por debajo del 15-10%, suele ser necesario hacer un tratamiento que sustituya esta función, ya que se produce una acumulación de desechos químicos y liquidos no filtrados por los riñones que ponen en peligro a la persona.
Llegado este momento, el paciente es libre de decidir entre las diferentes opciones, todas igual de seguras y efectivas: no recibir diálisis, incluirse en alguno de los programa de diálisis o plantearse un trasplante. El criterio radicará en la mejor adecuación del ritmo vital de cada persona, contando con el asesoramiento del equipo médico.
La diálisis es el proceso artificial que suple la función de los riñones, filtrando los productos de desecho y eliminando del exceso de líquidos acumulados en el organismo.
Supone tanto para el paciente como para su familia adaptase a una nueva situación, afectando a diferentes ámbitos como el laboral, económico, social, sanitario e incluso de ocio.
Existen dos tipos de diálisis: hemodiálisis y peritoneal, que se pueden realizar en centros especializados o bien en el domicilio, previo entrenamiento durante un tiempo.
La hemodiálisis es un proceso que elimina los desechos y los líquidos de la sangre a través de una máquina de hemodiálisis o riñón artificial. También proporciona a través de la medicación algunas sustancias necesarias que el organismo no es capaz de producir para mantener una adecuada calidad de vida.
La hemodiálisis es un proceso que elimina los desechos y los líquidos de la sangre a través de una máquina de hemodiálisis o riñón artificial. También proporciona a través de la medicación algunas sustancias necesarias que el organismo no es capaz de producir para mantener una adecuada calidad de vida.
La hemodiálisis suele realizarse a través de una punción en el brazo, que extrae la sangre para llevarla a la máquina, que depura la sangre y la vuelve a introducir al organismo a través de una segunda vía. En casos de urgencia o por una mala calidad de las venas, esta punción en el brazo se sustituye por un catéter en el pecho a la altura de la subclavia, la yugular o la femoral.
Cada enfermo renal acude con una frecuencia de tres veces por semana, aunque pueden ser más días, a la unidad de diálisis donde es atendida por profesionales para realizar las sesiones de hemodiálisis de una duración de entre cuatro y cinco horas cada una. Tradicionalmente ha sido y es la opción más solicitada por la tranquilidad de estar en manos de profesionales que se ocupan de todo.
Consiste en realizar el tratamiento en el domicilio de la persona con enfermedad renal. Es necesario adecuar una habitación del domicilio del paciente con las condiciones de higiene exigidas para que en ella, se pueda llevar a cabo el tratamiento. En este caso, el paciente suele dializarse entre seis y siete veces por semana, con una duración por sesión 2 a 3 horas y media al día. Es una técnica que cada vez tiene mayor aceptación por la sencillez de las nuevas máquinas que a su vez promueven el aumento de la autonomía personal, la menor dependencia de un hospital y la posibilidad de desplazarse de forma independiente.
En esta técnica, se introduce el líquido de unas bolsas en la tripa del paciente a través de un catéter en la zona peritoneal y la sangre se limpia utilizando como filtro una de las membranas del propio cuerpo, el peritoneo.
La zona peritoneal es una cavidad muy bien irrigada por el sistema venoso de mucha porosidad y que facilita la eliminación de toxinas por el método de osmosis.
Así el líquido dializante se retiene en la cavidad peritoneal absorbiendo los productos de desecho y líquidos, para posteriormente se extraido fuera del organismo. Este intercambio de líquidos puede realizarse de forma manual varias veces al día (generalmetne cuatro veces diarias con una duración de unos 30 minutos cada una) o por la noche mientras duermes con un aparato denominado cicladora (con una duración de 8 o 10 horas).
Esta técnica es domiciliaria, aunque siempre hay una supervisión y un seguimiento por parte de profesionales. El incremento de las diálisis domiciliarias es positivo, por el menor coste para el sistema de Salud pero sobre todo por la mayor autonomía y calidad de vida que proporciona al paciente.
El trasplante de riñón es un procedimiento quirúrgico para colocar un riñón sano de un donante vivo o fallecido en una persona cuyos riñones ya no funcionan adecuadamente. Para que no se produzca un rechazo, el paciente deberá tomar medicación inmunosupresora.
Solo un 20% de las personas con enfermedad renal en diálisis son candidatos al trasplante según criterios médicos, siendo la mejor solución para quienes viven pendientes de una máquina y quieren recuperar de forma completa su calidad de vida. Hay tres tipos de trasplante: transplante vivo, transplante de cadáver y transplante cruzado.
El riñón procede de una persona viva, tras cumplir varios requisitos establecidos por la ley como ser mayor de edad, realizarse de forma altruista y gozar de una buena salud física y mental. La ley incluye todos los pasos a seguir para garantizar los derechos de ambas partes, siendo recomendable consultar todas las dudas al equipo médico
El trasplante se realiza a través de una donación de cadáver y los órganos válidos se destinan a personas en lista de espera según criterios médicos.
Cuando donante vivo y receptor no son compatibles y esta situación se repite en otras parejas, se puede optar por una donación cruzada, en la que el trasplante se realiza entre personas que no se conocen pero que son compatibles.
En la actualidad, los ciudadanos reflexionamos y nos implicamos cada vez más en las decisiones que afectan a nuestra salud, pero todavía es necesario seguir insistiendo en la necesidad de donar nuestros órganos, tanto en vivo como cadáver. Y esta es precisamente la labor que realiza ALCER Navarra, concienciar a la sociedad sobre la importancia de donar órganos para regalar la vida a quien la está perdiendo y proporcionar una mejor calidad de vida a las personas con enfermedad crónica. Porque a más donaciones, más trasplantes realizados y menores listas de espera