Gema de la Nava llegaba al mundo con problemas renales de nacimiento. De hecho, era con solo 5 años cuando a través de unas placas el médico le anunciaba que uno de sus riñones había desaparecido, solo le quedaba uno y estaba fallando.
En ese momento le realizaron una urostomía (una abertura en la pared abdominal, que sirve para desviar la orina fuera de la vejiga que está enferma o que no funciona como debería).
Durante años, 12, Gema vivía realizándose diálisis cada 3 días. 3 días a la semana durante 3-4 horas. Era la manera de continuar con su vida diaria, gracias a eso -de hecho- podía vivir.
Y como ella misma nos cuenta, estaba agradecida, trataba de aprovechar la vida al máximo. No era fácil, estaba limitada por la diálisis, pero se negaba a que eso le trastocara más la vida.
Sobre todo porque los médicos le habían advertido de que en su caso, al haberle realizado de pequeña una urostomía, no sería posible el trasplante.
Pero como muchas veces pasa en la vida, las cosas cambian, y lo que parecía imposible, ya no lo era tanto.
Así fue. Gema recibía una buena noticia: parecía que había posibilidades de que se pudiera realizar un trasplante. La diálisis y el mal estado en el que se encontraba hacían muy difícil su día a día, y más aún, su futuro…
Siguiente paso. Encontrar una persona que quisiera donarle un riñón. Gema siempre se había apoyado, y así lo había recibido, en su familia. Les contó la buena noticia y pronto, su padre -el primero- se ofreció a donarle uno de sus riñones.
Por cuestiones médicas y de edad, los médicos descartaban esta primera posibilidad, ya que había muchas opciones de rechazo. Fueron entonces su marido y su hermano los que se ofrecieron.
Comenzaban las pruebas médicas y los trámites propios para ser donante. En el caso de su pareja, el riñón era muy compatible con Gema; en el caso de su hermano, a la compatibilidad de su riñón, se sumaba la compatibilidad sanguínea, por lo que las posibilidades de éxito eran todavía mayores.
Tenía el donante, su hermano sería quien diera a Gema una nueva oportunidad en la vida. Y así fue. El 6 de julio de 2010 se producía el traspaso. Ambos hermanos acudían al quirófano. Los médicos se encargaban del cambio.
Lo mejor, el riñón -no suele ser habitual- comenzó a funcionar inmediatamente colocado en Gema. Había sido un éxito.
Comenzaba una nueva vida.
Tras unas semanas de revisiones médicas Gema podía comenzar una vida alejada de la diálisis. ¿Qué se siente en ese momento? Una felicidad inmensa, una gratitud infinita.
12 años de diálisis y sin la posibilidad de trasplante. No tener que volver a la máquina. Sin restricciones de comida y bebida. Cosas a priori tan simples como beber agua… Cuando quisieras.
Hoy, la vida sigue. Gema continúa aprovechando su vida como hacía antes. Cuidándose, cuidando de su nuevo órgano -el de su hermano- que le ha regalado una nueva oportunidad. Sin duda, la vida está llena de parejas perfectas, como los riñones, pero en el caso de Gema, era su hermano.